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lunes, 6 de junio de 2011


RIOS CONTAMINADOS EN ARGENTINA


Revelan los nombres de 19 empresas que producen el 80 por ciento de la contaminación del Riachuelo. 


En la lista figuran industrias lácteas, petroquímicas, farmacéuticas, molineras,  embotelladoras de gaseosas, fabricantes de detergentes, cervecerías, curtiembres, papeleras, y frigoríficos.


El 80 % de la contaminación del agua existente en el Riachuelo, uno de los ríos más contaminados de Argentina, proviene de 19 empresas que vuelcan sus efluentes directamente en este curso de agua. Así lo reveló un estudio oficial realizado por el  Comité Ejecutor del Plan de Gestión Ambiental y de Manejo de la Cuenca Matanza-Riachuelo. Entre las empresas que figuran en la lista oficial están Bieckert, Curtiembre Angel Giordano, Frigorífico Las Heras, Curtiembre Urcivoli, Frigorífico Rasic, Curtiembre All Leather, Industrias Lácteas Danone, Curtiembre Donikian, Detergentes Sulfarger y Curtiembre Luppi Hermanos. El informe advirtió además que los desechos arrojados a la Cuenca Matanza- Riachuelo, son sustancias altamente tóxicas y cancerígenas como cromo, DDT, mercurio, plomo, cobre y zinc, entre otras. La grave contaminación existente, además de colapsar el ecosistema acuático del Riachuelo, pone en riesgo la salud de 3.500.000 habitantes. El río con una extensión de 64 kilómetros, cruza la Capital, 8 partidos del Gran Buenos Aires (Almirante Brown, Avellaneda, Esteban Echeverría, Ezeiza, Merlo, La Matanza, Lanús, Lomas de Zamora) y otros 4 partidos del resto de la provincia (Cañuelas, Las Heras, Marcos Paz y San Vicente) (1).
La compañía que encabeza la lista de las empresas más contaminantes del Riachuelo, es Sadesa. El estudio indica que la firma arroja a este curso de agua 3.549 kilogramos de residuos por día (cueros semiterminados). Por su parte la segunda industria más contaminantes es el Frigorífico Coto con 1.683 kilogramos de residuos por día, en tanto que  la empresa Molinos Río de la Plata, propiedad del grupo megaempresario Pérez Companc, aparece sexta en la lista negra con 1.242 kilogramos de residuos al día (1). Esta alarmante situación se agrava si se tiene en cuenta que el 55 % de los pobladores de la cuenca no tiene cloacas, mientras que un 35 % carece de agua potable. Además el 93 % de los que viven en villas de emergencia están al borde del Riachuelo con una población que crece a una tasa del 7 % anual. Es importante recordar que en 1867 la contaminación del Riachuelo favoreció la epidemia de cólera que dejó un saldo de 6.000 muertos (1).
Lo inédito y trágico es que el Riachuelo fue uno de los primeros ríos que se contaminó a gran escala en Argentina, y que su degradación no ha cesado desde hace casi 200 años. Resume así el desprecio por la vida de sucesivas empresas que lo utilizaron como cloaca abierta y la incapacidad del estado para evitarlo. En febrero de 1871, el Diario La Nación describió al Riachuelo como “una inmensa capa de materia de putrefacción. Su corriente no tiene ni el color del agua. Unas veces sangrienta, otras verde y espesa, parece un torrente de pus. Hasta cuándo inspiraremos el aliento y beberemos la podredumbre de ese gran cadáver tenido a espaldas de nuestra ciudad?” (2) (3).
El Biólogo Raúl Montenegro, Presidente de FUNAM, indicó que el Riachuelo “plantea un doble y problemático desafío. Por una parte el estado debe enfrentar con decisión la irresponsabilidad de empresas que lo siguen envenenando con metales pesados y compuestos orgánicos de todo tipo. Por otra parte ese mismo estado debe asumir que los sedimentos del Riachuelo tienen una carga contaminante quizás sin precedentes en el país. Lo más justo y razonable sería que todas las empresas contaminadoras, además de adecuar sus efluentes, aportaran a un superfondo de restitución. Fábricas y empresarios se beneficiaron económicamente durante años cargándole al Riachuelo y a la sociedad los residuos que ellos no trataban. Esta es una forma simple y despreciable de obtener ganancias. Hoy el Riachuelo moribundo y la sociedad están diciendo un ‘no va más’ por ahora tímido. Pero si las empresas y el estado no asumen claramente su compromiso, ese clamor podría transformarse en acciones judiciales y movilizaciones como las que hoy vive Ingeniero White en Bahía Blanca. ¿Qué ocurrirá primero?. ¿La reacción sensata de fábricas y gobierno?. ¿O la movilización de ciudadanos ya cansados de pagar con su salud y su ambiente los beneficios empresariales?. El tiempo, un tiempo cada vez más exiguo, lo dirá”.

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